Con la conquista española se desató una polémica entre dos ideologías
opuestas dentro de la institución religiosa, una representada por Juan Ginés de
Sepúlveda y la otra por Fray Bartolomé de las Casas; hay que recordar que el argumento de la conquista española estaba basado en promover la fe y la religión. Esta controversia nos revela
que dentro de la misma Iglesia había una división, lo que nos da a entender que
próximamente habrá movimientos desestabilizadores dentro de ella. La polémica
surgió en la conquista, ya que en ella se podía observar el movimiento evangelizador, sin embargo, se manifestó el dilema de cuál era la forma
correcta para llevar a cabo esa evangelización. La respuesta a esta disyuntiva
se dividió en dos posturas: una que apoyaba la guerra y asesinato de los indios
para implantar la religión, y otra que proponía medios pacíficos para ilustrarle a los indígenas la palabra de Dios, la primera encabezada por
el doctor Sepúlveda y la segunda por el obispo Bartolomé de las Casas.
Cuadro comparativo:
Daniela Toyber
Para el filósofo Enrique Dussel es éste el primer problema filosófico de la modernidad, justificando, así, que esta nueva época no comienza en los claustros franceses, alemanes o ingleses, sino en las costas del Caribe. Y aunque el argumento de Ginés de Sepúlveda pueda parecer absurdo a nuestros ojos, se remontaba a la Política de Aristóteles, al respecto de la justificación de la esclavitud, y a la propuesta de Tomás de Aquino sobre la guerra justa. Es decir, el debate tiene alcances altísimos. Es aplicable, inclusive, al tan actual problema de la interculturalidad, pues, aunque no se tenga ya ese espíritu misionero para ir a evangelizar a todo el mundo, sí esperamos, sin embargo, que todos compartan nuestra visión del bien, la justicia, la belleza, etc.; esperamos que todos compartan la visión democrática occidental y alcancen las certezas científicas. La pregunta que se mantiene es si nosotros, "hombres civilizados", vivimos en un mundo más real que el de aquellos "hombres salvajes". Y, en dado caso, ¿nos es lícito ir a imponerles nuestra visión del mundo que suponemos verdadera? El debate no se ha concluido. Y tu cuadro me pareció muy claro para exponer el meollo del asunto. Felicidades.
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